A ti corriendo voy, brazos sagrados en la cruz sacrosanta descubiertos, que para recibirme están abiertos y para no castigarme no están clavados.
A ti, ojos divinos eclipsados de tanta sangre y lágrimas cubiertos, que para perdonarme están despiertos y para no confundirme están cerrados.
A ti, clavados pies para no huirme. A ti, cabeza baja por llamarme. A ti, sangre vertida para ungirme. A ti, costado abierto quiero unirme. A ti, clavos preciosos quiero atarme, con ligadura dulce, estable y firme. Amén.
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